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La tensión superficial, la propiedad que permite que la superficie del agua resista fuerzas externas, es el resultado de la cohesión de moléculas similares o similares. Algunos de los efectos causados por la tensión superficial del agua común se pueden ver todos los días. El agua de lluvia sobre superficies enceradas, como los automóviles, por ejemplo, es uno de estos efectos. Este reborde se debe al hecho de que el agua no se adhiere bien a la cera, pero sí se adhiere fuertemente a sí misma. Como resultado de la tensión superficial, se crean grupos de gotas. Estas gotas son casi completamente esféricas, porque las esferas tienen la relación más pequeña posible de área superficial a volumen.
Otro buen ejemplo de tensión superficial en acción es la capacidad de un patinador de estanques para "caminar sobre el agua". El peso de este insecto es lo suficientemente pequeño como para ser soportado por las fuerzas resultantes de la tensión superficial. La superficie del agua actúa como una película y los pies del patinador del estanque forman pequeñas hendiduras en la superficie, lo que hace que el área de la superficie aumente. Este efecto también se puede observar, con mucho cuidado, colocando clips en la superficie de un vaso de agua.
La cuestión de si agregar sal al agua cambiará la tensión superficial del agua parece ser un tema muy debatido. Muchas fuentes afirman que no habrá ningún cambio en absoluto, algunas afirman que habrá una disminución y otras aún informan un aumento. Este confuso estado de cosas es probablemente el resultado del hecho de que cualquier cambio en la tensión superficial depende de la cantidad de sal añadida. Además de esto, el efecto resultante, incluso con la cantidad justa de sal, es casi insignificante. En resumen, la adición de 10,5 g de determinadas sales inorgánicas a 100 ml de agua puede elevar ligeramente la tensión superficial.