La administración científica, o taylorismo, es una teoría de la administración con una serie de fortalezas y debilidades, que se detallan a continuación. La idea de gestión científica se centra en crear estructuras y flujos en un negocio, de tal forma que las tareas se realicen con la máxima eficacia. Implica un gran elemento de las matemáticas de decisión, ya que las tareas deben organizarse de tal manera que no sea posible un mayor nivel de eficiencia. La gestión científica es una teoría de gestión popular y es utilizada parcialmente por una amplia gama de empresas, tanto a pequeña como a gran escala.
La principal ventaja de la gestión científica es que, en teoría, la eficiencia está totalmente maximizada. Se pierde la menor cantidad de tiempo posible en los procedimientos diarios y, en general, esto aumenta la productividad en el lugar de trabajo. Los niveles más altos de productividad hacen que el negocio sea más exitoso, lo que a su vez conduce a un aumento de los salarios de los trabajadores. Luego, se incentiva a los empleados a trabajar aún más duro para lograr más bonificaciones (hay un efecto multiplicador). El capital humano en la empresa aumenta y los estándares de logro continúan aumentando. Además, la gestión científica proporciona a los miembros del personal un plan estructurado a seguir, lo que minimiza la confusión.
Aunque la gestión científica es perfectamente sólida en teoría, no siempre es tan útil en la realidad. Esto se debe a que su eficacia depende completamente de la planificación. En el mundo cotidiano, las cosas no siempre salen según lo planeado: la gente llama enferma; el clima ralentiza los procedimientos; los socios comerciales no se comunican con usted a tiempo. La gestión científica no puede funcionar con estos cambios constantes y los modelos basados en la teoría tienden a desmoronarse rápidamente.