El hierro forjado se purificaba habitualmente a una temperatura moderadamente baja en estado fuerte para producir una masa esponjosa de metal llamada flor de la cual las contaminaciones se eliminaban como escoria fluida al machacar, de ahí la expresión hierro "creado", es decir, "trabajado". El hierro creado está excepcionalmente sin adulterar, con una sustancia de carbono de menos del 1%, lo que lo hace impermeable a la erosión, sólido en la deformación y moldeable.
Por correlación, el hierro fundido se refinó a temperaturas mucho más altas en estado fluido, por lo que llegó a sumergirse en el carbón del combustible del calentador, hasta alrededor del 5%. Luego se vertió en un molde para crear cuadrados generalmente conocidos como cerdos de ahora en adelante el nombre "arrabio". El alto contenido de carbono hace que la prensa de fundición sea excepcionalmente inflexible en la presión, pero débil y frágil en la tensión, a pesar de estar intensamente caliente, por lo que no se puede moldear ni enrollar.