Tener la “imagen” o la “semejanza” de Dios
significa, en los términos más simples, que fuimos hechos para parecernos a Dios. Adán
no se parecía a Dios en el sentido de que Dios tuviera carne y sangre.
La Escritura dice que "Dios es espíritu" ( Juan 4:24 )
y por lo tanto existe sin un cuerpo. Sin embargo, el cuerpo de Adán reflejaba
la vida de Dios en la medida en que fue creado con perfecta salud y no estaba
sujeto a la muerte.
La imagen de Dios se refiere a la parte inmaterial del hombre. Distingue al hombre
del mundo animal, lo adapta para el dominio que Dios quería que
tuviera sobre la tierra ( Génesis 1:28 ) y le permite tener comunión con su Hacedor. Es una semejanza mental, moral y socialmente.
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Es imposible ser físicamente como Dios. El hombre es humano, carnal, diseñado para vivir en la tierra. Dios es espíritu, que vive en una gloria celestial inimaginable a la que ningún ser humano puede siquiera acercarse. (Éxodo 33: 18-20; 1 Corintios 15:50.) El hombre fue creado a la imagen de Dios en el sentido de que se le dio la capacidad de ejercer los atributos sobresalientes de Dios: amor, justicia, sabiduría y poder, así como otras cualidades.