Nichole
Albert Edward ha trabajado como verger durante muchos años cuando se nombra a un nuevo vicario para su iglesia (San Marcos) y descubre que Albert no sabe leer ni escribir. Esto nunca molestó al viejo vicario, pero el nuevo dice que no puede trabajar con un verger analfabeto y lo despide.
Albert se marcha desesperado, quiere fumar para animarse, pero sus bolsillos están vacíos y no encuentra un estanco. Decide abrir uno propio y tiene tanto éxito que termina con un enorme negocio minorista a nivel nacional. Años después, en una conversación sale a la luz que todavía no ha aprendido a leer. Su interlocutor se sorprende y le pregunta qué cree que habría logrado si hubiera sabido leer. Arthur sabe la respuesta a eso: sería el verger de St Marks en Londres.