Se especula que los dueños de mascotas transportaron el pez león desde el Pacífico. Cuando las mascotas se volvieron indeseables, fueron arrojadas al océano Atlántico y su rápida tasa de reproducción comenzó a crear serios problemas.
La principal preocupación es que, en el océano Atlántico (el problema llega mucho más lejos que las Bahamas), estos peces no tienen depredadores naturales. Eso significa que no hay nada que limite la cantidad de peces león que podrían existir.
Lo que es peor es que son venenosos, de mal genio y comerán literalmente cualquier cosa que sea lo suficientemente pequeña como para caber en sus bocas.
Esto está ejerciendo una gran presión sobre el ecosistema del océano Atlántico y los científicos no están seguros de cómo detenerlo.