Paolo
Rudyard Kipling no inventó este dicho, pero afirma explicarlo en uno de sus clásicos "Just So Stories" para niños.
Hace mucho tiempo, todo el mundo vivía en el Alto Veldt, y el cazador etíope y su compañero, el leopardo, eran de un color arena, mezclándose con el Veldt donde vivían. Esto les facilitó acercarse sigilosamente a la jirafa y la cebra, que eran bastante similares en color. Finalmente, estos últimos animales se cansaron de ser cazados y se fueron a vivir al bosque. Allí cambiaron gradualmente su apariencia a manchas y rayas, para mezclarse con su nuevo entorno.
Cuando el cazador y el leopardo finalmente los encontraron, descubrieron que su coloración amarillenta los hacía muy visibles en el bosque. Así que el etíope cambió el color de su piel a negro y usó sus dedos, aún húmedos, para poner huellas negras por todo el leopardo. Es por eso que el leopardo tiene patrones de cinco estampados en todo su cuerpo; y es cierto que parecen huellas dactilares.