En la antigüedad, prevalecía la creencia de que los cumpleaños eran un momento de peligro potencial. Esto se originó en la cultura griega, donde tanto el nacimiento como los cumpleaños se consideraban un momento en el que los dioses podían tomar tu alma.
En consecuencia, cuando un niño griego cumplía años, le regalaban un pastelito con una vela. Se pidió protección a los dioses y luego se apagó la vela. Los griegos creían que el humo de la vela llevaría el mensaje a los dioses y que el niño se salvaría de seguir viviendo.
Esta tradición ha sobrevivido hasta la cultura actual, donde todavía se colocan velas en un pastel de cumpleaños.
No todas las culturas abrazan esta tradición y algunas personas religiosas sienten que el acto de 'pedir un deseo' antes de que se apaguen las velas, es de hecho un acto de sacrilegio y por eso no participan en este aspecto de los cumpleaños.