Los anfibios, que incluyen ranas, sapos, salamandras y tritones, tienen una piel muy delicada que no tiene una forma obvia de protección. Para tratar de estar lo más seguros posible, los anfibios tienen glándulas en la piel que secretan una mucosa viscosa. Esto mantiene la piel húmeda cuando el animal está fuera del agua y actúa como una especie de revestimiento impermeable cuando el animal está en el agua.
En las ranas, la mucosa actúa como su principal forma de defensa contra los depredadores porque hace que la rana sea demasiado resbaladiza para que los depredadores la atrapen. Algunos anfibios secretan venenos y toxinas en las secreciones que recubren su piel. En algunas especies, estas glándulas se distribuyen uniformemente por la superficie del cuerpo, pero en otras solo ocurren en puntos clave.
Los sapos tienen glándulas cutáneas tóxicas justo encima de sus ojos llamadas glándulas parótidas y estas son capaces de arrojar veneno para atrapar a un depredador antes de que se acerque demasiado, en lugar de esperar hasta que el depredador muerda para obtener una dosis de la toxina repelente.