Si no vigilas, ¿cómo sabrás si vienen los malos?
Si eres lo suficientemente inteligente, puedes convertir un reloj en una obra de arte. Rembrandt lo hizo con La ronda de noche.
Por supuesto, si te refieres a esas cosas del tiempo que llevas en tu muñeca, te sorprenderá saber que el primer reloj de pulsera de la historia perteneció a Alejandro Magno.
Hace algunos años el Scientific American publicó un artículo bajo el título "No hay nada nuevo bajo el sol" en el que revelaba que Alexander tenía el primer reloj de pulsera de la historia.
No era como un reloj digital moderno, ni siquiera como uno de esos trabajos de cuerda con resortes y devanadores y manecillas grandes y pequeñas que se deslizan alrededor de una esfera numerada. Era un simple trozo de tela que sus alquimistas habían empapado en sustancias químicas fotosensibles. Se lo ató a la muñeca y su color variaba según la cantidad de luz solar que recibía durante el día, lo que le permitía conocer la hora aproximada.
Se llamaba la franja horaria de trapo de Alejandro.
Pero los franceses (que a veces no logran entender el humor estadounidense) publicaron una versión ampliada de la historia y citaron la parodia original en Scientific American como material fuente.