La mayoría de los monarcas europeos tenían sus propios barcos, cuyo tamaño y opulencia eran una declaración de poder y prestigio. Vivir en una isla, navegar era el único método para que la realeza inglesa interactuara con otra nobleza. Cruzar el canal hacia y desde Francia era algo banal en ese momento.
Sería justo decir que la realeza tenía más razón y acceso a navegar que el plebeyo de la época.