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La discriminación de precios de primer grado implica que el monopolista puede subdividir su mercado hasta tal punto que vende cada unidad sucesiva del producto por el precio máximo que los consumidores están dispuestos a pagar por esa unidad. El monopolista, por tanto, extrae todo el excedente del consumidor.
La discriminación de precios de segundo grado ocurre si el monopolista puede segmentar la curva de demanda de tal manera que de cada segmento se cobre un precio diferente que es el precio de demanda más bajo de ese segmento.
La discriminación de precios de tercer grado también divide el mercado en dos o más submercados y cobra un precio diferente en cada submercado. Pero el precio cobrado en cada uno de los submercados no tiene por qué ser el precio de demanda más bajo de ese submercado, sino que depende de las condiciones de demanda de ese submercado.