Muchas culturas consideran que las herraduras son un amuleto de la buena suerte y su ubicación y forma son muy importantes. Se cuelga una herradura en una puerta con los extremos apuntando hacia arriba, ya que tenerlos apuntando hacia abajo trae mala suerte. La idea detrás de esto es que la buena fortuna se derramará si está boca abajo. Algunas personas también creen que debes encontrar una herradura que un caballo ha perdido para que tenga suerte. Algunas tradiciones dictan que cualquier suerte, ya sea buena o mala, solo afectará al propietario / buscador de la herradura y no simplemente a la persona que la cuelga. Algunas personas creen que los invitados deben entrar y salir de una casa debajo de la misma puerta con la herradura colgada para llevarse la suerte.
La historia de San Dunstan y el diablo cuenta de un herrero que se convierte en arzobispo de Canterbury en el 959 d. C. Se dice que San Dunstan una vez clavó una herradura en la pezuña del diablo cuando pidió que le volvieran a herrar. Al ver que el diablo sufría mucho, Dunstan le hizo prometer que nunca entraría en un lugar que tuviera una herradura colgada sobre la puerta. Las herraduras son hechas por herreros que trabajan con fuego y hierro que se consideraban mágicos, por lo que el oficio se consideraba afortunado. Muchos creían que los herreros podían curar a los enfermos y que si presidían un matrimonio sería afortunado. Otro aspecto afortunado de la herradura es que se sujeta con siete clavos de hierro. Siete se ha considerado durante mucho tiempo un número significativo y afortunado.