Joanie
Una persona se define como económicamente activa si tiene un empleo o si está buscando empleo activamente.
En su artículo 'The Social Consequences of Unemployment', Alison McClelland y Fiona Macdonald del Business Council of Australia afirman que los costos personales y sociales del desempleo incluyen:
- Pobreza y dificultades financieras severas
- Deuda, falta de vivienda y estrés en la vivienda
- Tensiones familiares y ruptura
- Aburrimiento
- Alienación, mayor aislamiento social y erosión de la confianza y la autoestima
- Vergüenza y estigma
- Atrofia de las habilidades laborales y mala salud
McClelland y Macdonald afirman que el desempleo recae de manera desproporcionada en los grupos desfavorecidos de la sociedad, como las personas de bajos ingresos, los inmigrantes recién llegados y los grupos étnicos minoritarios.
Una de las mayores y más importantes consecuencias sociales que muchas personas desempleadas se ven obligadas a afrontar es la pobreza. La falta de ingresos sustanciales o estables significa que los hogares comúnmente luchan por mantener un nivel decente de vivienda, dieta, ropa y atención médica.
En términos de enfermedad, las personas desempleadas pueden volverse cada vez más susceptibles a problemas físicos como diabetes, bronquitis, neumonía o influenza, pero también a problemas de salud mental como la depresión.
Estar en un hogar con un padre desempleado puede tener un impacto angustioso en los niños de la familia. A menudo, puede tener consecuencias negativas en el futuro educativo, laboral y social del niño.
También hay evidencia que sugiere que existe una división social significativa y tensión entre las personas empleadas y las familias en contraposición a las personas y familias desempleadas. A menudo ocurre que determinadas áreas de una ciudad pueden verse particularmente obstaculizadas por el desempleo, por ejemplo, en áreas que antes dependían de una industria que ya no es prominente.