Gardner
Los microorganismos son sensibles a muchos agentes físicos o químicos. Se dice que estos agentes tienen una "acción bacteriostática" cuando detienen el crecimiento de bacterias y una "acción bactericida" cuando las matan.
El sol, con sus rayos ultravioleta, es sin duda el agente bactericida más antiguo y uno de los más eficaces. Los rayos ultravioleta provocan mutaciones en las bacterias, es decir, cambios en su composición genética, que resultan mortales en la mayoría de los casos.
En general, las bacterias no pueden desarrollarse en soluciones altamente concentradas de sustancias como el azúcar o la sal. En tales condiciones, el agua contenida en los microorganismos se libera a través de la pared celular en un intento de diluir el medio exterior (ósmosis). El resultado es que las bacterias se deshidratan y dejan de crecer o mueren. Esto es lo que ocurre cuando se sala la carne o el pescado. Asimismo, la presencia de una gran cantidad de azúcar en las jaleas o mermeladas de frutas ayuda a conservarlas.
El calor es el enemigo mortal de las bacterias. Una temperatura de 50 a 60 grados Celsius (122 a 140 grados Fahrenheit) durante media hora es suficiente para neutralizar la mayoría de las bacterias, pero aquellas que pueden formar esporas requieren medidas más estrictas. Se necesitan 20 minutos en un esterilizador a vapor para matar esos gérmenes. Por esta razón, la bata de un cirujano y las cortinas que cubren a su paciente se esterilizan de tal manera.
Las bacterias también son sensibles a muchas sustancias químicas. El conocimiento de esto puede aprovecharse de diversas formas, por ejemplo, en la conservación de alimentos. Los conservantes químicos más antiguos y conocidos son sin duda el alcohol y el vinagre. Más recientemente, la industria química ha creado una amplia variedad de productos que actúan sobre bacterias u hongos y evitan su crecimiento. Algunos de estos agentes químicos parecen ser inofensivos, pero lamentablemente se desconocen los efectos secundarios a largo plazo de muchos de ellos.